jueves, 28 de agosto de 2008

martes, 26 de agosto de 2008

sábado, 23 de agosto de 2008

Bermellón...




Ya no importó el horario ni las ganas de llegar a casa...fue salir corriendo y rogar que no se fuese del todo sin permitirme mirarlo mejor...
Ese sol de ayer estuvo increíble...


martes, 19 de agosto de 2008

Flor...

 


Si hablara, sería una fiesta para los cinco sentidos...
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lunes, 18 de agosto de 2008

Granadas, pero esta vez sin arco iris...

 
 
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Árbol hermano, que clavado
por garfios pardos en el suelo,
la clara frente has elevado
en una intensa sed de cielo

Gabriela Mistral
 
 

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sábado, 16 de agosto de 2008

viernes, 15 de agosto de 2008

 
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Tu torre de princesa...

Te dije cuánto te quiero, Anita?
;)
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martes, 12 de agosto de 2008





Yo no podré quejarme
si no encontré lo que buscaba;
pero me iré al primer paisaje de humedades y latidos
para entender que lo que busco tendrá su blanco de alegría
cuando yo vuele mezclado con el amor y las arenas...

de Cielo vivo, de Federico García Lorca
 

De otro tiempo...
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domingo, 10 de agosto de 2008

Mis locos bajitos...

 


Que pasen un día muy felíz!!

Los amo...!!
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viernes, 8 de agosto de 2008

Sutil...

 




 


Sé que seguramente es un delirio mío, pero cuando encuentro plumitas blancas pienso que un ángel pasó y las perdió...me gusta creer eso...
Paula me contó de un angelito, y en medio de tanto dolor, en medio de tanta impotencia...sólo se me ocurre subir estas fotitos...
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jueves, 7 de agosto de 2008

martes, 5 de agosto de 2008






¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es sin espíritu,
podredumbre y cieno?
No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
algo que repugna
aunque es fuerza hacerlo,
el dejar tan tristes,
tan solos los muertos.

De RIMA LXXIII, de Gustavo A. Bécquer



De un reloj se oía
compasado el péndulo,
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba
que pensé un momento:

¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!



Ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:

—¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!




Despertaba el día,
y, a su albor primero,
con sus mil rüidos
despertaba el pueblo.