domingo, 25 de mayo de 2008

Rosa...


"hay una flor...creo que me ha domesticado..."
de El principito, de Saint Exupéry

3 comentarios:

ana. dijo...

"...sólo se ve con el corazón..." y cuánto ve tu corazón!, Marula...y cómo no vas a ver lo esencial con un corazón tan grande!
hermosa la flor, hermosa vos.

Paula Mariposa dijo...

Qué foto increíbleeeeeee. Esa rosa resplandeciente, una tormenta asomando detrás, un claro de cielo -pequeño pequeño- queriendo salvarse, y la rosa... ajena, bella, imponente.

Felicitaciones, esta foto se lleva todos mis elogios.

Se la voy a pasar a mi mamá que ama las rosas. Gracias.

Florizel De Bohemia dijo...

Te dejo uno de los poemas que más me gustan. Por suerte ya lo había copiado a la pc anticipando este momento unos 3 años atrás. Si uno la mira detenidamente se diría que está triste, y que esa tristeza cae del cielo, en forma de ausencia.



Utilidad de las flores (Campoamor)

I

No lo dudéis, lectores,
si hay un cielo, hay en él aves y flores.

II

Hállanse en una estancia
compitiendo en belleza y en fragancia,
frente a un espejo, una mujer hermosa,
que tiene al lado izquierdo y al derecho,
en aquel una cuna, en éste un lecho,
y en la mesa, en un búcaro, una rosa;
y en tanto que la rosa la embalsama,
mira la madre, tierna cual ninguna,
con el afán del que ama,
a una niña menor que está en la cuna
y a otra enferma y mayor que está en la cama;
y con madre tan bella
y con hijas tan niñas y agraciadas,
hace la rosa de la estancia aquella
un jardín habitado por las hadas.

III

Nieves, que es un modelo
de humanas y divinas perfecciones,
tiene algunas pasiones,
mas todas pasan antes por el cielo.
En su noble apostura,
acaso lo de menos es ser bella,
porque, además de hermosa, brilla en ella
la bondad que hermosea la hermosura;
y al mismo tiempo encantadora y pura,
le sale tan de adentro ser graciosa,
que cuando va a la iglesia y presurosa,
uniendo lo gentil a lo sencillo,
hacia el altar sus pasos se aproximan,
creen que ven a la Virgen, y se animan
unos niños de un cuadro de Murillo.

IV

Hay hombre que sediento,
no a gotas, a oleadas
bebe el opio volátil de su aliento,
pues Nieves es un hada que en el viento
escribe himnos de amor con las miradas,
y si en casos de fe cree en lo increíble,
a toda presunción indiferente,
no cree que es su belleza irresistible.
Contempladla de frente.
¿Fue Venus más hermosa? Es imposible.
Miradla ahora de perfil. ¿No es cierto
que es mi madre en persona?...
Pero ¡ay! lector, perdona;
¡siempre me olvido que mi madre ha muerto!

V

Aunque la niña grande es ya perita
en coordinar las flores que diseca,
lo que escucha a los hombres en visita
se lo cuenta después a su muñeca.
Y si aun ve como sombras los reflejos
del sol de las pasiones,
y encima de sus ojos, aunque lejos,
ya cierne el porvenir sus ilusiones,
flotando vagamente sus razones
de la inocencia en las tranquilas aguas,
ya sabe por sus propias reflexiones
que una niña es un niño con enaguas,
y un hombre una mujer con pantalones.

VI

Y aunque la grande a la menor desdeña
con todas sus potencias y sentidos,
porque viste de encajes cuanto sueña
y sabe un cuento o dos de aparecidos,
la niña más pequeña,
que no quiere por celos a su hermana,
siempre está más risueña
que al abrirse una flor por la mañana;
y si la grande encanta
por su rostro expresivo,
la más niña es alegre sin motivo,
como el pájaro canta porque canta.

VII

Al alumbrar la luz, casi apagada
por una bomba de cristal filtrada,
madre e hijas tan bellas,
parece aquella estancia iluminada
por la luz interior que sale de ellas.
Y como Nieves, por amor, prudente,
para verlas a un tiempo y fácilmente,
sin que estén las dos niñas envidiosas,
pone el espejo enfrente;
mirándolas con aire indiferente
de una a otra, ya fijas, ya indecisas,
envueltas en miradas cariñosas,
vienen y van, y vuelan las sonrisas,
lo mismo que si fuesen mariposas.

VIII

Son flores y mujeres tan iguales,
que forman en la estancia de la hermosa
cuatro flores cabales
la madre, las dos niñas y la rosa.
Y cuando llamo a las mujeres flores
es que quiero, lector, que consideres,
aunque ya lo sabrás por tus amores,
que aseguran doctores, muy doctores,
que son flores con alma las mujeres.

IX

La niña de la cuna, que veía
aquella rosa fresca y sonriente
que acaso, acaso al asomarse el día
se le cayó a la aurora de la frente,
cual si fuese algún pájaro pequeño
que ansiase comer flores en el nido
pedía con empeño
la rosa que en el búcaro veía,
y que por cierto para verla abría
unos ojos de a metro mal medido;
y una vez y otra vez, voluntariosa,
como todas las niñas muy mimadas,
poniendo el alma entera en sus miradas
pedía aquella rosa
pronunciando unas frases mal formadas
que podían decir cualquiera cosa.
Y sabiendo las niñas muy pequeñas
la lengua universal de hablar por señas,
lo que la niña ansía
con señas del más puro castellano
haciendo líneas curvas con la mano
en el viento lo escribe.
¡Qué modo de decir tan soberano!
¡Sería un orador ciceroniano
si supiera charlar lo que concibe!

X

La madre encantadora y encantada,
después de oírla hablar con la mirada,
con un celo, por gracia, algo tardío,
dijo al darle la flor: -¡Toma, bien mío!-
La niña, alegre y con presteza rara,
se aproximó la rosa a aquella cara
más fresca que otra rosa con rocío:
y, apretando la flor apetecida,
poco después la niña caprichosa,
en hechicera desnudez dormida,
cayó en un sueño de color de rosa.
¡Oh trasunto feliz de mis amores!
¡La niña es una imagen de la vida:
pide con ansia flores,
las disfruta... se duerme... y las olvida!

XI

Mas Nieves cuidadosa,
sabiendo la presteza
con que puede la niña ajar la rosa,
la coge presurosa
y da asilo a la flor en su cabeza.
Pero como hoy, lo mismo
que en los días de amor del tiempo viejo,
atrae a las mujeres un espejo
como atrae a los hombres un abismo,
el verse con la flor en la cabeza
del muerto amor le recordó las glorias,
y, excitada de nuevo su terneza,
dando un tierno repaso a sus memorias
le recuerda la flor en los cabellos
que son el fruto de su amor perdido
los ángeles aquellos;
y al mirar a uno enfermo, a otro dormido,
se llenaron, pensando en su marido,
de lágrimas y luz sus ojos bellos!
Y siendo interminables las mujeres
en recorrer memorias hechiceras
cuando idolatran seres
elevados al rango de quimeras,
después, con embeleso,
vio un diamante muy grueso
que en su anillo nupcial resplandecía
como la chispa eléctrica de un beso,
e inclinándose a un lado y otro lado
en memoria del padre idolatrado
dio a sus hijas con labio enardecido
un beso muchas veces repetido;
porque al besar la madre a un hijo amado
besa a un tiempo al amor de que ha nacido.

XII

¡Así, la misma rosa
que el sueño perfumó de la inocencia,
honró con su presencia
el sueño del amor de aquella hermosa,
viuda sin consuelo y madre tierna,
que tan sólo comprende
ese amor absoluto que se extiende
de la vida mortal hasta la eterna!

XIII

Mas ¡oh Dios! de la niña agonizante
en las formas divinas
la vida se enfriaba a cada instante,
cuando puso de pronto en su semblante
la tisis unas manchas purpurinas;
y al ver por la tristeza de su risa
que la muerte llegaba a toda prisa,
la madre, desolada,
se preguntó con la mirada: -¿Es cierto?-
Y la niña, más pálida que un muerto,
-Es cierto -dio a entender con la mirada.
Y siguiendo un gemido a otro gemido,
cuando ya sus mejillas
pasaban de amarillas
hasta un azul subido, muy subido,
su garganta hechicera
imitaba en su angustia lastimera
el rítmico sonido
que hace la hoz segando en la pradera.
¡Y al ver la madre que de angustia llena
se quedará viviendo
como un marino en tierra que sintiendo
la nostalgia del mar muere de pena,
jura al cielo sufrir cristianamente,
verdadera creyente
de esas que van con valerosos pechos
luchando con las penas, frente a frente,
porque saben que flota providente
un eterno ideal sobre los hechos!

XIV

Y en aquel mismo día
en que ya se veía
que quemaba los pámpanos el hielo,
la niña, que al morir se sonreía,
se trasladó desde la cama al cielo:
¡y la madre, entre tanto,
con las manos en cruz y de rodillas,
saboreaba, besando sus mejillas,
el dejo amargo de su propio llanto:
pero, en sufrir experta,
ni siquiera solloza,
por no turbar el sueño de que goza
la niña viva ante la niña muerta!

XV

Así acabó esta historia sin historia.
Y al protestar mi pecho compasivo,
que ve Dios desde el trono de su gloria,
que es por la niña mi dolor tan vivo
que el llanto que me arranca su memoria
humedece esta pagina en que escribo;
diré que Nieves, de pesar transida
junto a la niña muerta,
aunque al verla tan bella, queda incierta
si está muerta o dormida,
para aumentar sin duda su belleza
le puso entre las manos, afligida,
la rosa que arrancó de su cabeza.
No hay para los humanos
ni honor más grande ni mayor consuelo;
¡morir con una flor entre las manos,
es morir abrazados con el cielo!

XVI

De este modo en un día
aumentando el dolor o la alegría
de fantasmas ya tristes, ya risueños,
la única rosa que en la estancia había
fue el honor y el testigo de tres sueños
Y ¿no es verdad, lectores,
que pueden ser en casos semejantes
más útiles las flores
que las perlas, el oro y los diamantes,
cuando pudo una rosa de esta suerte
perfumar y adornar con su presencia
el sueño angelical de la inocencia,
el sueño del amor y de la muerte?.